domingo, 8 de agosto de 2010

Celebración del aniversario de la Fazenda de la Esperanza

Presencia de la Diócesis
Nelson, uno de los fundadores, evoca los comienzos. Detrás, Fray Hans, el otro fundador, escucha atento.
Fray Hans comparte sus vivencias al final de la Misa
Los cuatro jóvenes que egresaron brindaron su testimonio y agradecimiento.

La Fazenda de la Esperanza de Cerro Chato vivió la celebración de su primer aniversario. Todos los que estuvimos el 1º de agosto del año pasado recordamos el intenso frío de aquel día, las expectativas, las esperanzas (y también los temores). Un año después, la Fazenda muestra sus primeros frutos. En una casa totalmente renovada, cuatro de los jóvenes que iniciaron hace un año su camino recibieron el diploma de reconocimiento por haber cumplido su compromiso. "Es la primera vez en mi vida que termino algo", dijo uno de los jóvenes al recibir su diploma. Unas palabras muy sencillas para expresar una experiencia que reconstruye, que reconstituye la vida, a partir de la vida en comunidad, el trabajo y la fundamental experiencia del amor de Dios.
La presencia de Nelson y Fray Hans, los fundadores, nos conecta a esta gran Familia de la Esperanza que sostiene el trabajo de las ya 71 Fazendas que se han creado en el mundo.
El Nuncio Apostólico, que presidió la Eucaristía y nos entregó en su homilía (publicada más abajo) un mensaje preparado con dedicación y cariño hacia los jóvenes, nos hizo sentir muy unidos y en comunión con el Santo Padre Benedicto XVI y la Iglesia toda en el mundo, que quiere mirar con los ojos de Jesús, Buen Samaritano, a los hermanos heridos al costado del camino y detener su marcha para sanar sus heridas.
No podemos menos que dar gracias al Padre por este don precioso de su amor, que nos inunda de Esperanza.
+ Heriberto

Homilía en el aniversario de la Fazenda de la Esperanza, 
Cerro Chato, Diócesis de Melo, Domingo 8 de agosto de 2010.

Muy apreciados Mons. Heriberto Bodeant, Obispo de Melo, y Mons. Roberto Cáceres, Obispo emérito de Melo; apreciados fundadores de la Fazenda de la Esperanza, Honorables Autoridades civiles, municipales y de la Junta Nacional de Drogas, queridos fieles cristianos de la comunidad de Cerro Chato.

Nos hemos reunido en este lugar, que es símbolo de solidaridad, de ayuda, de recuperación de las personas y de auténtica caridad cristiana. Lo hemos hecho en este domingo, día del Señor, para celebrar la Santa Eucaristía, en la que queremos dar gracias a Dios por todo lo que continuamente nos regala, y hoy muy especialmente por el primer aniversario de la inauguración de esta Fazenda de la Esperanza “Quo Vadis?”, que tiene una dimensión internacional, pues se encuentra en varios países, especialmente de América Latina, y que ahora también está presente en Cerro Chato, comunidad que integra la diócesis de Melo.

Hemos escuchado la Palabra de Dios. El Evangelio de hoy se inicia con una actitud de confianza: “No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino”. Esta exhortación a la confianza expresa la ternura y la protección que Dios ofrece a su pueblo, a sus hijos. Pero expresa también la autoconciencia que tenían las primeras comunidades cristianas: aunque conocían bien su pequeñez y su impotencia, vivían, sin embargo, la seguridad de la victoria. Esa seguridad estaba fundada en la bondad de Dios que, en su amor desmedido, nos ha regalado su cercanía, su Reino. Y si hemos recibido ese regalo, todo lo demás –incluso los bienes materiales– está sobrando, es superfluo. Nosotros somos el pequeño rebaño, en una sociedad que a menudo parece alejarse de Dios. Pero Dios Padre no está lejos de nosotros: se nos ha hecho cercano mediante Jesucristo, el Buen Pastor. Él nos guía y nos conduce por los caminos del mundo, aunque no lo veamos con nuestros ojos, sino desde el interior de nuestra conciencia.

En la página que terminamos de escuchar, San Lucas nos invita a la vigilancia, en la espera del retorno del Señor. La historia presente, nuestra historia, es tiempo de vigilancia. Y es justamente el retorno del Señor el que relativiza el valor de los bienes terrenos y permite ir poniendo el corazón en el verdadero y único tesoro de esta vida, que es la presencia de Dios Padre, de Dios Amor. Tener a Dios en el corazón y en la vida significa amar quien ama, posee una riqueza más grande que cualquier otra riqueza material. Se trata del amor a Dios y del amor a los hermanos. Amor que, como decía San Pablo, nunca pasará, porque tiene la marca de lo eterno. El punto clave reside en la invitación del Señor: “Estén preparados”. O, dicho de otra manera, lo importante es el hoy. A la luz de esta certeza sobre el futuro, se iluminan las opciones del presente. Estar unidos a Dios, vivir el amor con Él, constituye un signo fundamental de pertenencia al Reino de Dios.

El Reino es, al mismo tiempo, una realidad presente y algo todavía por venir. De aquí la doble actitud que se exige al cristiano: desprendimiento y vigilancia. Es necesario no dejarse atrapar por los cuidados y los bienes de este mundo, dando así testimonio de que se buscan las cosas del cielo, es decir, las definitivas. Porque no vale la pena jugarse toda la vida por cosas que se terminan, que duran sólo algún tiempo: como negocio, resulta muy poco conveniente. La vida del cristiano es toda ella una vida de unión con Dios y una preparación para el encuentro final con el Señor. La muerte, que provoca tanta angustia en quien no cree, es para el cristiano una meditación: marca el fin de la prueba, el nacimiento a la vida inmortal, el encuentro con Cristo que lo conduce a la Casa del Padre, a la morada definitiva, a la paz sin más sombras de guerra, al amor que lleva a plenitud toda la existencia.

Resulta providencial que el mensaje que hoy nos propone la Palabra de Dios que se proclama en todas las comunidades católicas extendidas por los cinco continentes, apunte precisamente a esta dimensión de la fe y de la esperanza cristiana, y a ese sentimiento de confianza que vive quien se siente amado y protegido por Dios. Porque el aniversario que hoy venimos a celebrar y a agradecer está referido a una institución que lleva la esperanza en su propio nombre y la vive como uno de sus valores constitutivos.

Desde aquel ya lejano 1983 en que la localidad de Guaratinguetá, de la región de San Pablo, en Brasil, vio nacer la Fazenda de la Esperanza en su rama masculina, ampliada en 1988 por la creación de la rama femenina, y confirmada en mayo de 2007 por la visita del Santo Padre Benedicto XVI –quien manifestó en esa ocasión su apoyo y su cercanía– la Institución ha crecido a pasos agigantados, impulsada por el viento del Espíritu. La presencia en esta celebración de los fundadores de la rama masculina, Nelson Giovanelli y Fray Hans Stappel ofm, expresa con elocuencia la fuerza que ha adquirido este movimiento eclesial en el ámbito de la Iglesia latinoamericana. Y también el lugar que ha encontrado en esta diócesis de Melo, donde ha sido cordialmente acogido no sólo por el Obispo Emérito S. E. Mons. Luis del Castillo SI, sino también por el Obispo actual, S. E. Mons. Heriberto Bodeant, así como por los sacerdotes y las diversas comunidades parroquiales de la diócesis, que han hecho sentir su cercanía a través de signos muy concretos de solidaridad.

Las raíces espirituales que Fazenda de la Esperanza reconoce en el movimiento de los Focolares, y particularmente en Chiara Lubich, su fundadora, aseguran un vínculo muy fuerte con la Palabra de Dios –que encuentra su síntesis en la Ley Suprema del Amor– y una apertura a la acción silenciosa del Espíritu, que es capaz de estimular a cambios radicales en la vida. Y la cercanía con la espiritualidad de San Francisco de Asís alimenta aquel espíritu de trabajo que apunta al auto sustento, como el único modo de vivir dignamente, en una austeridad que constituye también fuente de verdadera alegría. Estos valores encuentran su espacio natural de crecimiento en una convivencia que hace de la Fazenda, más allá de su identidad de centro terapéutico, una verdadera familia, en la que cada uno siente que no es tan pobre que no tenga algo para dar; que es amado y que puede amar; que puede esperar un futuro mejor, construido con la ayuda del Señor y de los hermanos. Es una semilla de bien, de fe y de amor, que se siembra en esta nuestra amada sociedad del Uruguay.

He intentado expresar las razones por las que me siento muy contento de participar en esta Eucaristía, celebrada con motivo del primer año de la fundación de la Fazenda de la Esperanza en esta diócesis de Melo, y de asistir al egreso de los primeros cuatro jóvenes uruguayos que se han recuperado en esta Institución: ellos forman parte de aquellos “hijos predilectos del Señor” –como decía en Guataringuetá el Santo Padre Benedicto XVI– que han encontrado en la Palabra de Dios, vivida con sencillez, con entrega, con humildad, la fuerza para vivir una vida digna, en libertad. Ellos comparten la experiencia que tantos y tantos han vivido en los 26 años de vida de la Fazenda de la Esperanza, extendida ya en 10 países a través de 71 centros terapéuticos que reciben a 2.000 internos, atendidos por 200 voluntarios.

Al aceptar la invitación que gentilmente me hiciera S. E. Mons. Heriberto Bodeant, Obispo de esta diócesis, siento que de alguna manera soy portador, como representante del Santo Padre en el Uruguay, de los sentimientos de cercanía que Su Santidad Benedicto XVI expresara hacia este movimiento, cargado de esperanza para los jóvenes, para la Sociedad y para la Iglesia. Celebrando la Eucaristía hemos reafirmado la esperanza: una esperanza que es regalo de Dios, sostén de los necesitados; una esperanza que se vive personalmente; que crece en la comunidad y luego se siembra y esparce, contagiando a otros. Ruego al Señor para que, como una semilla, esta Fazenda de la Esperanza Quo Vadis? crezca en esta diócesis y en todo el Uruguay, como un faro que guíe a muchos jóvenes que aún caminan en las tinieblas de la adicción y les permita encontrar su propio camino, según el proyecto de Dios.

+ Anselmo Pecorari,
Nuncio Apostólico en el Uruguay

1 comentario:

Grupo Freyre dijo...

Un gran saludo a toda la Familia Esperanza Viva desde Argentina
www.grupofreyre.org.ar