El mensaje de Santa Clara de Asís
Resulta difícil meditar sobre el mensaje de Santa Clara para nuestro tiempo sin considerarlo junto al de San Francisco de Asís, y en el marco donde éste surgió.
El mundo de Francisco y Clara, la Italia y la Asís del siglo XIII es un mundo en transformación. La Edad Media, la época de castillos, señores y siervos, va lentamente dejando paso a un nuevo tiempo. Junto a aquellos señores y siervos, se abren camino los comerciantes, como el padre de Francisco, adelantados de un cambio de época. Se embarcan en el comercio, en los negocios, amasando grandes fortunas.
En ese ambiente surgen Francisco y Clara, quienes, profundamente unidos espiritualmente, eligen seguir a Jesús radicalmente, renunciando a las riquezas que a cada uno de ellos les ofrecen sus familias.
Junto a su opción por la pobreza, Clara elige permanecer virgen, renunciando a formar una familia, a ser esposa y madre. Se consagra enteramente al Señor, lo tomará como su Divino Esposo.
Elige también vivir en su vida la obediencia plena a la voluntad de Dios.
Las opciones de Clara, como las de Francisco, interpelan a nuestro tiempo.
Nos invitan a considerar dónde está nuestro corazón, es decir, en qué tesoro lo hemos puesto, como nos señala el Evangelio de hoy.
Ciertamente, no todos los cristianos estamos llamados a seguir a Jesús en la forma que lo hicieron Clara y Francisco. El camino del matrimonio, la unión de un hombre y una mujer para formar una familia es también una vocación, un llamado de Dios que nos conduce a la vida. También necesitamos de muchos bienes materiales, y también hemos recibido de Dios el don de la libertad, para ser capaces de decidir sobre nuestra propia vida.
Sin embargo, al contemplar a Clara podemos descubrir que lo que la mueve a todas esas renuncias es, en definitiva, el amor a Dios y al prójimo, y esa elección le da una profunda unidad a su persona y a su vida.
Desde nuestras diferentes condiciones de vida, nosotros podemos también seguir a Jesús, sabiendo relativizar nuestros bienes, nuestra sexualidad, nuestra voluntad, buscando también unificar todo nuestro ser, toda nuestra vida, en nuestra relación con el Señor.
Clara se recluyó en un convento, pero no se aisló. Intercambió cartas con personas de muchos lugares de la Europa de aquellos tiempos.
Podemos pensar también qué le escribiría Santa Clara a esta comunidad de Santa Clara de Olimar. Sin temor a equivocarnos, pensemos que en este momento, Clara nos mira, mira a cada uno de nosotros, y nos invita, de diferentes maneras, de acuerdo a nuestros estados de vida, a seguir a Jesús con todo nuestro corazón. Así sea.
+ Heriberto
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