miércoles, 11 de agosto de 2010

Presentaron el libro “Don Jacinto Vera: el misionero santo”

Más ecos de la presentación de la novela histórica el pasado 3 de agosto
Con la presencia de la plana mayor de la Iglesia Católica y autoridades de gobierno, la presentación de la obra basada en la vida del primer Obispo de Montevideo estuvo a cargo de Tomás de Mattos, María Emilia Pérez Santarcieri y el Obispo de Canelones, Monseñor Alberto Sanguinetti.

Con un muy buen marco de público, fue presentada “Don Jacinto Vera: El misionero Santo”, novela histórica de Laura Álvarez Goyoaga, basada en la vida del primer Obispo uruguayo y una de las figuras más conocidas e influyentes en el Uruguay del siglo XIX.
La presentación se llevó a cabo en el Museo Zorrilla, a modo de homenaje a quien fuera en vida uno de los admiradores y amigos de Jacinto Vera, Don Juan Zorrilla de San Martín.
La obra fue presentada por el escritor Tomás de Mattos, la profesora María Emilia Pérez Santarcieri y el Obispo de Canelones, Monseñor Alberto Sanguinetti.

De Mattos destacó lo documentado del texto y valoró su pertinencia, pues se trata de la primera obra sobre Vera desde 1905 a la fecha. “Tiene su importancia por ser el primero y también por poseer un buen abordaje psicológico del personaje. Un abordaje tratado con amenidad y enorme admiración por parte de la autora. Vera lo merece, porque más allá de su santidad (en términos seculares), era alguien a quien no se le podía dar nada para su uso personal porque todo lo daba a quienes lo necesitaban. Formó un seminario, asistió a los pobres y murió en la absoluta pobreza. Allí, en el museo de la Catedral están los guantes del ceremonial. Conmueve verlos cubiertos de pequeños remiendos”, comentó.
Para el escritor el libro de Álvarez hace justicia a un personaje al que la historia no le reconoció el sitial que tuvo en esa época.”El objetivo, que desde mi parecer se logra plenamente, es el retrato psicológico casi inédito de monseñor Jacinto Vera” concluyó.
“Don Jacinto Vera: El misionero Santo” es una novela histórica distinta, que divulga por primera vez información relevante sobre el “obispo gaucho”, en proceso de ser declarado santo. Los hechos consignados en el texto tienen como fuente principal la Positio para la causa de beatificación y canonización de Jacinto Vera.

Pérez Santarcieri, a su turno, evocó el entorno histórico que rodeó a Jacinto Vera e insistió en la necesidad de una lectura de la historia que no distorsione los hechos, ocultándolos, negándolos o tergiversando su sentido. Un principio en éste caso necesario para entender la figura del propio Vera.
En las páginas de la obra escrita por Álvarez cobran vida personajes influyentes para el nacimiento y la conformación de nuestra identidad nacional. Avanzar en su lectura permite encontrarse con personajes influyentes en el nacimiento de la República Oriental del Uruguay,  que hoy son conocidos en buena medida por dar nombre a calles de la ciudad, como Joaquín Requena,  José Ellauri, Gabriel Pereira,  Pedro Varela, Prudencio Berro, Lorenzo Batlle y Francisco Vidal,  entre otros.

Mons. Alberto Sanguinetti se refirió a Jacinto Vera abordando en primer lugar la faceta de hombre: ese campesino de origen español, laborioso, que al mismo tiempo es gaucho, es fuerte, es vivo, es pícaro, es bromista. Famoso por el humor, encantador al decir de quienes lo conocieron. Inteligente, cuando estudió el Colegio de los Jesuitas en Buenos Aires descolló entre sus compañeros de estudios y se codeó con lo mejor de la  intelectualidad argentina, tanto laicos como sacerdotes. Consultaba sus cosas nada menos que con Joaquín Requena. Fue hombre de gran capacidad de mando y conductor. Armó la Iglesia uruguaya en todos los sentidos, en lo nacional y lo internacional. Era conocido personalmente y admirado por Pio IX. Además D. Jacinto fue el oriental más popular y querido de su época porque era el que estaba con su gente, en el hospital, en los asilos, con los presos, en el tranvía, en el sitio del Paysandú para atender a los heridos. Hizo más o menos unos 150.000 kilómetros recorriendo el país.  Amó a su pueblo, lo elevó, lo dignificó y se entregó en su servicio. Cuando muere, su entierro fue la manifestación más grande del país del siglo XIX.
También destacó su condición de sacerdote. La figura del sacerdote es un personaje esencial de un pueblo: alguien que hable del absoluto, indispensable aunque más no sea para contradecirlo. Jacinto Vera era el sacerdote católico en todas sus facetas: defensa de la verdad, del pobre, de la libertad, incluida la libertad religiosa. Por último destacó su dimensión de santo, en sus implicaciones sociológicas: una persona que apunta a la virtud heroica. Un pueblo debe aspirar a producir un santo, alguien que se salga de la medida. Es imposible entender Italia sin San Francisco de Asís, afirmó. Este es el santo de nuestro país, el máximo del ideal humano, el  hombre que puede superar nuestras limitaciones y llegar a un modelo al menos moral. Don Jacinto Vera, Para Sanguinetti “Don Jacinto Vera, El misionero santo” pone “al santo en su carnalidad, en la historia concreta, y en su cotidianeidad”.
Conjugando el respeto por los personajes reales con la libertades propias de la novela histórica, la obra revela asimismo las peripecias de una nación  joven, estancada entre un sin fin de guerras civiles y alzamientos rurales.
La estructura del libro es innovadora y atrapante.  Vincula una historia pasada con otra de mayor actualidad. Una provoca cambios en la otra y se sugiere una tercera, por cuenta del lector.
La parte histórica de la novela, e incluso los diálogos entre sus personajes, están documentados, y han sido detalladamente recopilados en la Positio.
Laura Álvarez Goyoaga, que fue señalada como maestra del género neo-gótico por sus novelas de vampiros en Uruguay, vuelve a sorprender luego de siete años, en este caso con una novela histórica. Fiel a sus antecedentes, el texto es entretenido, de lectura ágil a la vez de invitar al lector a mirarse en el espejo de su vida real.

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