No pensaba escribir nada más sobre este viaje junto con el Ecónomo Diocesano Álvaro y en parte del mismo con mi hermana Tina, que quedó visitando a su hijo en Alemania unos días más.
No pensaba escribir, pero el viaje resultó muy azaroso. Creo que todo lo que nunca antes me sucedió en viajes, se juntó esta vez en cada tramo del regreso.
Ayer por la mañana, a las 8, hora de Italia, celebré Misa en la Parroquia del P. Juan Barlottini y uno de los feligreses nos arrimó a Álvaro y a mí a la estación.
A las 9:32 tomamos un tren a Milán que salió y llegó en hora. Esa fue la única etapa sin incidentes. En la Estación central de Milán Álvaro buscó cómo se llegaba al aeropuerto. A la vuelta de la estación estaban los ómnibus que hacían ese recorrido. Compramos los tickets, nos pusieron el equipaje en la bodega y salimos... a las pocas cuadras encontramos en la calle una impresionante manifestación de la Coldiretti, una importante organización de productores agrícolas que protestaba por algo relacionado al precio de la leche. Una manifestación muy colorida, con camisetas, carteles, globos en amarillo y verde. Con la manifestación, se cortó el tránsito. El ómnibus debió tomar otro camino para salir de la zona, muy próxima a la estación. Llegó a un pasaje muy estrecho, donde le costaba mucho dar vuelta, y tenía que dar marcha atrás... pero, claro, ya se habían colocado detrás cuatto "deficientes", como los calificó el chofer (cuatro conductores de sendos autos) que impedían la maniobra.
El camino fue largo, y vimos que el tiempo no sobraba. Nuestro vuelo salía a las 15:00, y llegamos al aeropuerto poco antes de la una.
Ubicamos la ventanilla de Iberia y nos pusimos en la cola para el check-in. Un empleado miró nuestro equipaje de mano y le puso una etiqueta de autorizado.
Pasada la una, llegó una muchacha que empezó a preparar los mostradores. Otras fueron llegando. Muchas llamadas telefónicas. Ninguna empezaba a atender. Los minutos fueron pasando y los de la clase bussiness se acercaron a preguntar.
Poco a poco se difundió la noticia: había huelga de controladores aéreos en Francia. "Y eso, ¿qué tienen que ver, si nosotros vamos de Milán a Madrid, y no a Francia?" dijo una señora. Pero es que pasamos por espacio aéreo francés, está la isla de Córcega... Ahí comenzó un tiempo de incertidumbre. Nuestro vuelo podía ser cancelado hasta el otro día. Recordé que el P. Lucas había llegado un día después del previsto en un viaje desde Francia, precisamente por huelga de controladores aéreos !!! Nos empezamos a inquietar muy seriamente. Las horas empezaron a pasar. Sin abandonar nuestro segundo lugar de la cola, fui a buscar comida. Cuando terminamos de comer, llegó la noticia: podíamos embarcar. Más o menos a las 17:30 estábamos ya en el avión, con bastante calor (conviene recordar que estábamos en el verano europeo, un verano muy caliente este año. Es que el aire acondicionado que llega desde el aeropuerto al avión no andaba.
El capitán nos explicó que pronto iban a encender un motor y hacer funcionar el equipo de aire del avión; que habían tomado la decisión de embarcarnos, porque de ese modo podíamos salir en cuanto fuera posible, pero que seguramente eso no ocurriría antes de hora y media y no era cien por ciento seguro.
Sin embargo, a la hora y media salimos, por fin.
Llegamos al aeropuerto de Barajas, Madrid, dos horas antes de la salida de nuestro vuelo. Comimos algo (ya eran las diez de la noche de allá) e hicimos el embarque. En cuanto subimos al avión yo me dormí. Después me dijo Álvaro que la salida del avión se había retrasado 45 minutos...
Viajamos muy bien de Madrid a Buenos Aires. Un poco de inquietud: en Buenos Aires teníamos que cambiar de aeropuerto y nuestras valijas habían sido despachadas a Montevideo y no a Ezeiza (ni el personal de Iberia ni nosotros estábamos muy lúcidos en Milán, donde hicimos el despacho). Sin embargo, en Ezeiza pudimos recuperar las valijas bien, y nos tomamos un remise, porque el tiempo se acortaba.
Nuestro vuelo a Montevideo era a las 11:15 y llegamos a Aeroparque a las 10:30... para enterarnos que todos los vuelos a y desde Montevideo estaban atrasados por niebla en nuestra capital.
Así empezamos una larga espera, ya en la sala de embarque, esperando el aviso para subir al avión. De pronto oímos "último llamado para el vuelo de Pluna 160" ¡Era el nuestro! (Nunca oímos el primero, si lo hubo...)
Llegamos a Carrasco, fuimos a retirar el equipaje. La cinta empezó a correr con algunas valijas y se detuvo. Alguien dijo que había huelga de los encargados de equipaje, pero no era así. Nuestro equipaje (y el de los demás pasajeros) había sido cargado en otro avión, que aterrizaría en unos 20 minutos. Así fue, y por fin salimos.
En Carrasco nos esperaba Luis, un seminarista de Minas, con la camioneta de Álvaro que habíamos dejado en el Seminario. "Ahora sólo falta que nos diga que la camioneta está pinchada", dijo Álvaro. Y Luis nos dijo "esta mañana, cuando fui a sacar la camioneta estaba pinchada". Pero claro, ya estaba arreglada. Y emprendimos ahora sí, el último tramo, hasta Melo, sin más peripecias ¡gracias a Dios!
+ Heriberto
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