sábado, 5 de marzo de 2022

La Parroquia Sagrada Familia de Sauce tiene nuevo párroco.


Homilía del Obispo de Canelones

Queridas hermanas, queridos hermanos:

Estamos reunidos esta tarde para recibir al nuevo párroco de Sauce. El P. Marcelo De León viene para guiar y acompañar esta comunidad; esta familia parroquial que tiene como espejo nada menos que a la Sagrada Familia de Nazaret. La vida de Jesús, María y José, vida de hogar, trabajo y oración está aquí siempre presente, recordándonos que todos estamos llamados a la santidad y que para ser dignos del amor con que Dios nos ama, no tenemos más que vivir en el amor esos grandes pilares de la vida: la fe, la familia y el trabajo.
Se dice fácil; pero cada día encontramos en la vida familiar, laboral y social dificultades y tentaciones que, a veces, logran apartarnos del camino de Jesús o, al menos, enlentecen o entorpecen nuestros pasos.
Es en la vida parroquial, en la comunidad, donde tenemos que buscar luces y fuerzas. No porque aquí estemos los más buenos, sino porque aquí está el que ha venido a buscar, a sanar y a salvar a los pecadores. Aquí está Jesús, en medio de nosotros, hablándonos desde su Palabra, que aclamamos como “Palabra del Señor” y dándosenos como alimento en el Pan de Vida.
Para hacer presente a Jesús en la Eucaristía y para comunicar su perdón a través del sacramento de la reconciliación hemos sido llamados los sacerdotes. Para eso está el Padre Marcelo; para eso estuvo aquí el Padre Renzo Siri, así como quienes estuvieron antes que él y quienes vendrán después. La Eucaristía y la Reconciliación están en el centro de nuestra misión sacerdotal, porque en estos dos sacramentos se hace presente el mismo Jesús para perdonar, iluminar y alimentar a su pueblo.

La Iglesia, el Pueblo de Dios, la comunidad eclesial, no la forman solo los ministros ordenados, sino todos los bautizados. Los ministros, más bien, estamos al servicio del Pueblo de Dios, cada uno dedicado en forma muy especial a la comunidad que le ha sido confiada.

En este tiempo, el Papa Francisco nos ha invitado a reflexionar sobre algo que hace a la vida del Pueblo de Dios: nuestro caminar juntos. Hablamos de sínodo, sinodalidad, Iglesia sinodal. “Sínodo” significa “caminar juntos”. El modelo del caminar juntos lo encontramos en el libro del Éxodo, que presenta al Pueblo de Dios caminando en el desierto hacia la tierra prometida.
Nosotros caminamos como el nuevo Pueblo de Dios que peregrina hacia la Casa del Padre, hacia nuestra verdadera querencia.

Caminar juntos significa no dejar a nadie atrás; saber esperar a los que van más despacio, ayudar a quienes tienen menos fuerzas. Caminar juntos significa dejar también que algunos se adelanten, que con la ayuda del Espíritu Santo busquen nuevos caminos, pero sin separarse al punto de perder contacto con el gran grupo de los que van a una marcha pareja.
Los pastores formamos también parte de esa marcha. Como guías, en nombre de Jesús, pero también como parte del Pueblo fiel al que escuchamos y del que aprendemos.

Estamos en el primer domingo de Cuaresma. Hemos escuchado el relato de las tentaciones de Jesús. Reflexionando sobre este texto leído tantas veces, me he dado cuenta de algo que no había visto antes.
Las tres tentaciones tienen el mismo fin: apartar a Jesús de su misión. Las tres son, por supuesto, engañosas. Pero hay una de ellas que me parece la más terrible de todas, aunque, al mismo tiempo, podríamos decir que es la que “lo vende” al tentador, porque el mismo se desenmascara, mostrando la mayor y peor de sus pretensiones: tomar el lugar de Dios.
Miremos antes las otras dos.
Cuando el demonio le propone a Jesús transformar una piedra en pan, le está sugiriendo algo que Jesús podría hacer por él mismo, tal como más adelante cambia el agua en vino o multiplica panes y peces.
Cuando le dice de tirarse de lo alto del templo y ser recogido por los ángeles, el tentador está dejando lugar a la acción de Dios.
Pero cuando Satanás le ofrece a Jesús el poder y los reinos de la tierra, le pide algo francamente alevoso:
«Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos (…) si tú te postras delante de mí…»
La respuesta de Jesús es inmediata y contundente:
«Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»

Postrarse… postrarse es un acto de una gran intensidad, que involucra toda la persona, todo su cuerpo, su mente, su alma. Es tenderse en el suelo, boca abajo, y permanecer allí durante cierto tiempo. Es expresión de humildad y es el más fuerte gesto de adoración.
La postración forma parte del sacramento del orden: se postra el que va a ser ordenado diácono, presbítero u obispo. Mientras el ordenando está postrado se cantan las letanías, invocando a los santos y santas como intercesores por el nuevo ministro y por todo el pueblo de Dios.
La postración es también parte del ritual del Viernes Santo y la realiza el celebrante frente al altar, después de entrar a la celebración caminando en silencio.
«Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»

Dentro de instantes, el Padre Marcelo va a renovar sus promesas sacerdotales, las promesas que hizo en su ordenación. Es su compromiso con el Señor que lo eligió y lo llamó para servir a Dios y a sus hermanos. Es un acto de libertad y, al mismo tiempo, es ponerse nuevamente confiado en las manos del Padre Dios que lo llamó a este ministerio por medio de su Hijo y de la Iglesia.

Hagamos ahora un momento de silencio y oremos por el Padre Marcelo y por la comunidad parroquial Sagrada Familia. Que este tiempo de Cuaresma que la comunidad y el párroco están iniciando juntos los ayude a todos a acercarse al Señor cada día más como verdaderos adoradores, en espíritu y en verdad. Así sea.

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