GINEBRA, domingo 27 de junio de 2010 (ZENIT.org).- El arzobispo Silvano M. Tomasi, observador permanente de la Santa Sede ante la Oficina de Naciones Unidas e Instituciones Especializadas en Ginebra, intervino en la 99 sesión de la Conferencia Internacional del Trabajo y denunció los abusos contra los trabajadores domésticos.
“Los efectos de la crisis económica y financiera han dañado globalmente el bienestar de familias e individuos”, dijo monseñor Tomasi.
A pesar de las señales de recuperación, intermitentes e inciertas, el arzobispo señaló que “el impacto de esta recesión ha detenido los progresos en la reducción de la pobreza, ha aumentado el desempleo en los países industrializados y todas las familias han sufrido contragolpes en los países de baja renta”.
Puntualizó que en 2015 otros 20 millones de personas en el África subsahariana y 53 millones en todo el mundo se encontrarán en situación de pobreza extrema (probablemente la crisis temdrá altos costes como señalan diversos indicadores de desarrollo humano: otros 1,2 millones de niños menores de 5 años y 265.000 recién nacidos morirán entre 2009 y 2015; otros 50.000 estudiantes no acabarán la escuela elemental en 2015; 100 millones de personas menos tendrán acceso al agua potable en 2015. Cfr. Banco Mundial, Global Monitoring Report 2010).
“Aunque exista un acuerdo general sobre la necesidad de reformas estructurales, los intereses invertidos no deben pesar sobre los trabajadores, sobre quien vive en zonas rurales, y sobre grupos ya marginados en la sociedad. Mecanismos económicos privados de criterios éticos no conducirán a soluciones constructivas”, señaló el observador vaticano.
La Delegación de la Santa Sede expresó su pleno apoyo al objetivo de la Organización Internacional del Trabajo “de dar prioridad a las personas y a su trabajo en la búsqueda de políticas innovadoras y dinámicas, dirigidas a eliminar impedimentos estructurales para la recuperación de la economía”.
Prestó especial atención a los trabajadores domésticos y el voto positivo a favor de un nuevo instrumento vinculante para su tutela que “expresan la preferencia por los miembros más vulnerables de la sociedad”.
“Los trabajadores domésticos –afirmó- están en doble riesgo. En primer lugar, provienen de segmentos desfavorecidos de la sociedad, con recursos de tutela muy limitados. La extrema necesidad les obliga a aceptar cualquier trabajo disponible aunque, en la mayor parte de los casos, las condiciones laborales sean muy difíciles”.
En segundo lugar, añadió, “en el ambiente en el que trabajan están sujetos a explotación. A menudo no tienen tutela jurídica social, justa retribución, límites en la cantidad de horas laborales, la garantía de un tiempo de descanso semanal, tutelas en los periodos de enfermedad y de maternidad”.
“Cuando se dan abusos, no hay posibilidad de apelar y la única opción es irse y por tanto perder el salario y el puesto de trabajo. En muchas ocasiones, en la reserva de las paredes domésticas, la dignidad de estos trabajadores es violada. Violencias físicas y sexuales no son raras. Las identidades religiosas y raciales exponen a estos trabajadores, en especial las mujeres, a una fuerte discriminación”.
Como parte de la ampliación de los horizontes en la lucha por la realización global del trabajo digno, monseñor Tomasi señaló que “se debería prestar atención a otras categorías de trabajadores que necesitan tutela: las masas de trabajadores aún desorganizados, trabajadores rurales y jóvenes parados”.
“Los derechos de los trabajadores no organizados son a menudo ignorados –denunció–, y, en consecuencia, su seguridad en el puesto de trabajo, su tutela del despido injusto y su derecho a al menos el mínimo salarial no son respetados”.
“Los trabajadores rurales –puntualizó en especial--, son ignorados. No siempre dispuestos a enfrentarse a las fuerzas del mercado a causa de la falta de formación y de información, debida a la crisis actual, corren el riesgo de ser privados del apoyo público para el comercio o para la formación de habilidades técnicas”.
Por último, el representante vaticano se refirió al trabajo infantil y juvenil que “exige una respuesta concertada”.
Indicó que más de 215 millones de niños se ven obligados a trabajar, muchos en condiciones de peligro. El número de jóvenes parados ha aumentado en 8,5 millones entre 2008 y 2009. Es el aumento anual mayor de los últimos diez años.
Y concluyó indicando que “la crisis económica puede convertirse en una oportunidad”. “Son necesarias buenas decisiones para alcanzar una fase post-crisis de la globalización de la economía y del trabajo. Sin embargo, sólo una ‘interacción ética de conciencias y mentes’ (Caritas in Veritate) permitirá un desarrollo integral en el que la persona humana esté en el centro de las relaciones de trabajo, confiada en progresar hacia un futuro mejor”.
Por Nieves San Martín
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