Fazenda Esperanza
UNA MISIÓN QUE SE VIVE CON LOS PREDILECTOS DE DIOSDesde agosto de 2009 esta experiencia está presente en Uruguay. Umbrales quiso entrevistarse con sus integrantes, que la llevan adelante con gran entrega y dedicación. Maicon Cesari, nuevo integrante de la redaccción de Umbrales preparó el presente testimonio.
Todo comenzó en el año 1983 por la iniciativa del joven Nelson Giovaneli, que buscaba vivir la palabra de Dios en la práctica de su vida “me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles” (1Cor 9,22). Con esta búsqueda de vivir la buena noticia del Reino, animado con las palabras de su párroco, Fray Hans Stapel, tuvo comienzo la “Fazenda de la Esperanza”.Pero, ¿qué hacen?
¿Quiénes son?
¿Cuál es su espiritualidad?
Desde hace unos años, tal vez se escuche hablar de este trabajo.
Impulsado por el Espíritu del Evangelio, Nelson, un joven brasileño, de una ciudad llamada Guaratinguetá, comienza a acercarse a un grupo de jóvenes de la calle adictos a la droga, en el barrio donde él vivía. La motivación era “me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles”. Con el pasar del tiempo uno de los jóvenes adictos, pidió ayuda a Nelson para salir de esta situación, tenía ganas de salir del vicio. De ahí entonces alquilaron una casa y empezaron a vivir juntos, siempre con la ayuda de Fray Hans; así comenzó el proyecto de la Fazenda de la Esperanza. Lo primero a tener en cuenta es que la “Fazenda”, no es una clínica de recuperación de adictos a las drogas, alcohol, compulsivos por juegos o compras; además de todo esto, es una comunidad terapéutica, que recibe a todas las personas que quieran por voluntad propia, aprender a vivir la vida desde otro punto de vista, con otros valores como el respeto y el amor.
La espiritualidad de la “Fazenda” viene de dos vertientes: la espiritualidad de los Focolares y la de los Franciscanos. De los Focolares toma la idea del respeto, de la unidad, de leer el Evangelio y vivirlo cada día y sobretodo el tema del mandamiento del amor; de la espiritualidad Franciscana toma la idea de la perfecta alegría del santo de Asís, que es la búsqueda de dar todo sin pedir nada en cambio. En las palabras de Beatriz, voluntaria de la Fazenda: “Este es nuestro tratamiento: el amar en primer lugar.”
La Fazenda en Uruguay
La idea de traer la Fazenda a Uruguay empezó, cuando el p. Dante, un cura franciscano, conoció en Brasil la “Fazenda da Esperanza”; allá hizo una experiencia. Encantado por el trabajo que allí se hace, invita a una amiga(*), Beatriz, laica que vive la espiritualidad franciscana. Para conocer la obra ella va a Brasil y hace una experiencia, primero de una semana, en el año siguiente de un mes y en el otro se queda cuatro meses allá en Guaratinguetá. Mientras tanto, el p. Dante invita también a un cura amigo suyo, el p. Gabriel, para que conozca la obra. Él, por su parte, se queda un mes en Guaratinguetá, en la oportunidad de la visita del Papa a Brasil y a la “Fazenda de la Esperanza”. Estas tres personas conocieron la obra y se quedaron enamorados de este proyecto y empezaron a pensar de la posibilidad de traer la Fazenda al Uruguay.
Presentaron el proyecto a distintas diócesis, pidiendo oración, para que la obra tuviera la Bendición del Señor; necesitaban la donación de un predio y una diócesis que los aceptase. Después de ver el proyecto, el obispo de la diócesis de Melo y Treinta y Tres, mons. Del Castillo, quedó encantado y recibió la obra en su territorio, donando el primer predio de la “Fazenda”. Así se fue trabajando para que la “Fazenda” pudiese abrir las puertas para recibir a los dieciséis varones que entraron en el día de su inauguración, el 1º de agosto de 2009.
Estos muchachos tuvieron su primera visita de sus familias el 8 de noviembre, porque en la Fazenda sólo pueden recibir visita después de tres meses de internados. La visita de las familias prevee celebraciones, charlas, almuerzo, y otros momentos comunitarios. La visita se da siempre en el segundo sábado del mes.
Los tres pilares
El ritmo de vida en la “Fazenda” es intenso, y se fundamenta en tres pilares: trabajo, convivencia y espiritualidad.
Todo el tratamiento está en estos tres pilares y no hay acompañamiento con otros profesionales, como por ejemplo psicólogo, psiquiatra o médicos. Y por esto la “Fazenda” no es una clínica sino una comunidad terapéutica.
La motivación está en la búsqueda de una vida saludable, a través del amor, lo que más vale. Con su trabajo, los jóvenes consiguen su mantenimiento. En Uruguay todavía se sigue buscando la forma de que la “Fazenda” pueda vivir y ser autosustentable; por ahora los muchachos trabajan en el cultivo de la tierra, en el cuidado de la casa y en sus jardines. Así ocupan una buena parte de su día.
La convivencia es otro pilar, que ayuda a la reintegración de estas personas cuando vuelven a sus familias. A través de una buena convivencia, en la comunidad se intenta reestablecer un clima de familia. Por último, pero no en orden de importancia, está la espiritualidad: es el fundamento de la “Fazenda”.
Aquí nadie es forzado a ser católico o evangélico, o judío, pero si es necesaria una búsqueda de lo que transciende a nuestra humanidad.
Todos los días, los muchachos, inspirados en la espiritualidad de los focolares, tratan de vivir la palabra de Dios de ese día. Hacen juntos la oración de la mañana, y la bendición de los alimentos. Y cada cual es invitado a vivir la experiencia de amar a Dios y percibirlo en su vida personal y con sus hermanos. Una vez por semana, tienen un espacio de reunión, donde cada uno puede decir si logró vivir mejor la Palabra o en qué encontró dificultades. El período de internación en la “Fazenda” es de 12 meses; después de este período, los jóvenes vuelven a su familia, a su casa, y allí buscan vivir todo lo que experimentaron, ahora en el día a día de la vida cotidiana.
La “Fazenda” y la visita del Papa
La mayor prueba, por parte de la Iglesia, de que el trabajo de la fazenda tiene valor, se dio en 2007 en ocasión de la Conferencia de Aparecida, cuando Benedicto XVI estuvo personalmente en la “Fazenda”. Mostrando así la importancia de este trabajo, y alentando la iniciativa con estas palabras: “…La dignidad humana no puede ser maltratada de esta manera. El mal provocado recibe la misma reprobación dada por Jesús a los que escandalizaban a los “chiquitos”, los preferidos de Dios (Mt 18,7-10). Por su parte, la tarea del Papa es renovar en los corazones la luz que no se apaga, ya que quiere iluminar lo íntimo de las almas que buscan el verdadero bien y la paz, que el mundo no puede dar. Un fulgor como este, sólo necesita de un corazón abierto a las ansias divinas”.
Maicon Cesari
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