¿un mensaje tan difícil?
Pasión y Pascua: La cumbre de nuestra fe
Llegó la semana Santa y Pascua, cumbre de nuestra fe.
En este momento tan especial de la vida cristiana, estamos invitados a redescubrir sin cesar la novedad que contiene el mensaje central de nuestra fe cristiana.
Pero con los acontecimientos, como la costumbre social de ir “de pesca”, o también las reacciones tan duras de la prensa respecto a la Iglesia católica en estos meses, nos dan a pensar que ¡no es tan fácil anunciar a un Dios que muere y resucita!
¿Por qué es tan difícil?
El mensaje de la Cruz, ya nos dice san Pablo, es “locura” y “escándalo”... La cruz, como signo de dolor, de sufrimiento, de verdad, es muy fuerte. Se ve en la práctica del viernes santo. Muchas costumbres sociales, que son buenas, marcan aquel día como un día de duelo, de sufrimiento, día muy respetado. Además, en nuestro pueblo, hay tanto sufrimiento, dolor, que uno puede sentirse más cerca de la cruz: cruz de la enfermedad, del duelo, de la incomprensión, de la injusticia... ¡tantas cruces que llevamos adentro! Por eso es que el Vía Crucis es tan concurrido.
En cambio, la Vigilia Pascual, ¡pasa casi desapercibida!
De verdad, no es una costumbre muy popular acudir a la iglesia en la noche santa de la resurrección.... ¡como si fuera más difícil creerlo! Sin embargo, no tiene menos importancia que el viernes Santo. Si hoy en día, podemos celebrar la muerte de Jesucristo, ¡es porque Él resucitó! Su presencia en medio de nosotros, no es un “mito” sino una realidad que brota de la resurrección. Pero es difícil, a veces, aceptarlo, creerlo; es que el mal y la muerte parecen tan victoriosos en nuestras vidas.
Parece que es así, también en la comunicación...
La Iglesia tiene como “vocación”, como “núcleo”, un “mensaje”, una “buena noticia” que hay que llevar a todas las naciones.
Pero muchos escándalos, respecto a abusos sexuales sobre menores, cometidos durante años anteriores, por sacerdotes en distintos países, aparecen hoy en día. Es de verdad un escándalo, y mas bien son crímenes. No hay que ocultarlo, al contrario. Lo hizo con mucha claridad, coraje y lucidez el Papa en una reciente carta publica a los católicos de Irlanda.
“Por mi parte, teniendo en cuenta la gravedad de estos delitos y la respuesta a menudo inadecuada que han recibido por parte de las autoridades eclesiásticas de vuestro país, he decidido escribir esta carta pastoral para expresaros mi cercanía, y proponeros un camino de curación, renovación y reparación... Que nadie se imagine que esta dolorosa situación se resuelva pronto. Se han dado pasos positivos pero todavía queda mucho por hacer. Necesitamos perseverancia y oración, con gran fe en la fuerza salvadora de la gracia de Dios.
Al mismo tiempo, debo también expresar mi convicción de que para recuperarse de esta dolorosa herida, la Iglesia en Irlanda, debe reconocer en primer lugar ante Dios y ante los demás, los graves pecados cometidos contra niños indefensos. Ese reconocimiento, junto con un sincero pesar por el daño causado a las víctimas y sus familias, debe desembocar en un esfuerzo conjunto para garantizar que en el futuro los niños estén protegidos de semejantes delitos.
Mientras os enfrentáis a los retos de este momento, os pido que recordéis la "roca de la que fuisteis tallados" (Isaías 51, 1). Reflexionad sobre la generosa y a menudo heroica contribución ofrecida a la Iglesia y a la humanidad por generaciones de hombres y mujeres irlandeses, y haced que de esa reflexión brote el impulso para un honesto examen de conciencia personal y para un sólido programa de renovación de la Iglesia y el individuo. Rezo para que, asistida por la intercesión de sus numerosos santos y purificada por la penitencia, la Iglesia en Irlanda supere esta crisis y vuelva a ser una vez más testimonio convincente de la verdad y la bondad de Dios Todopoderoso, que se manifiesta en su Hijo Jesucristo”. (N°2)
Sin embargo, los medios de comunicación en países como Estados Unidos o Europa, trataron de involucrar al Papa en una responsabilidad personal, mientras que él obliga a hacer la claridad, la verdad sobre este delito grave que mancha a toda la Iglesia. Eso lastima a la Iglesia, no solo en su “jerarquía”, sino más bien, en cada uno de sus miembros.
¿Por qué es así?
Sin pretender aportar todas las respuestas, me parece que hay varias razones:
- La fascinación del mal: el misterio del mal, como en el caso del escándalo, fascina. Quedamos “deslumbrados” por el mal, y corremos el riesgo de pensar que el mal es siempre “todopoderoso”. Es difícil no dejarse fascinar por el mal
- El escándalo: la manifestación del mal que deja tantas victimas por culpa de integrantes de la Iglesia, es un escándalo, que la Iglesia carga de verdad como una cruz.
- Nos olvidamos a menudo de predicar la Resurrección del Señor. La Resurrección del Señor, no es una “idea abstracta”, sino una realidad que toca nuestra vida. No es tampoco el “olvido” del mal, del pecado... sino que estas realidades no tienen más el poder último sobre la vida humana, dado que Cristo nos salvó del mal y de la muerte. Por su resurrección, Cristo nos abre el camino de la libertad, para salir del circulo vicioso del mal, y entrar en el circulo virtuoso de la vida plena, del bien.
Si la Iglesia no predica la resurrección de Cristo como una realidad que toca nuestras vidas, vacía es nuestra fe. Como le dice muy claramente San Pablo en la carta a los corintios:
"Y si Cristo no resucitó, nuestra predicación no tiene contenido, como tampoco la fe de ustedes. Con eso pasamos a ser falsos testigos de Dios, pues afirmamos que Dios resucitó a Cristo, siendo así que no lo resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan. Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo pudo resucitar. Y si Cristo no resucitó, de nada les sirve su fe: ustedes siguen en sus pecados. Si nuestra esperanza en Cristo se termina con la vida presente, somos los más infelices de todos los hombres." (1 Corintios 15, 15-19).
Afirmar nuestra fe en la Resurrección de Cristo, no es una opción. Cada uno de nosotros estamos delante una elección: eligir la vida o la muerte. ¡Tratemos de elegir, cada vez, la vida!
P. Lucas (Párroco de la Catedral de Melo)
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