Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales
Comunicaciones Sociales
Almuerzo con los Comunicadores
Unos 26 periodistas de los medios de prensa de Montevideo y de los medios eclesiales compartieron hoy un almuerzo, invitados por el Departamento de Comunicaciòn Social de la Conferencia Episcopal del Uruguay (DECOS-CEU), del cual es responsable natural el Secretario General de la CEU, Mons. Heriberto A. Bodeant, quien cuenta con la colaboración de Adriana Porteiro y de Igor Alcalde.
El motivo de la comida ofrecida en el Hotel Escuela Kolping es la celebración, el próximo domingo, Solemnidad de la Ascensión de Jesús, de la 44ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
La Jornada nace a partir de una iniciativa de los Obispos reunidos en el Concilio Vaticano II. Efectivamente, el decreto conciliar "Inter Mirifica", el primero de los documentos del Vaticano II, junto a la Constitución sobre Liturgia "Sacrosanctum Concilium", en ser aprobado, que lleva fecha de 4 de diciembre de 1963 establece en su número 18:
"Para que se vigorice con creciente eficacia el multiforme apostolado de la Iglesia en materia de medios de comunicación social, debe celebrarse cada año en todas las diócesis del orbe, a juicio del obispo, un día en que se enseñe a los fieles las obligaciones que tienen en esta materia, se les invite a orar por esta causa y a entregar una limosna para este fin, la cual será empleada íntegramente para promover, sostener y fomentar, según las necesidades del orbe católico, las instituciones e iniciativas promovidas por la Iglesia en esta materia".
Es la única jornada eclesial creada por un Concilio Ecuménico y comenzó a celebrarse unos años después, en 1967.
En sus palabras de Bienvenida, Mons. Bodeant recordó el origen de la jornada y enfatizó que la misma es una invitación a la Iglesia, por una parte, a utilizar los Medios de Comunicación Social para difundir el mensaje del Evangelio, pero es también una forma de escucha de lo que acontece en el mundo, de modo que se verifique un diálogo entre la Palabra de Jesucristo de modo que "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, [sean] a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo" (Concilio Vaticano II, Constitución "Gaudium et Spes", 1).
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