jueves, 13 de mayo de 2010

Renovando un
compromiso de fidelidad

Obispos y Sacerdotes
culminaron Año Sacerdotal


P. Daniel Sturla SDB, P. Mario Hernández (S. José), P. Guillermo Porras (Montevideo)

Obispos y Sacerdotes escucharon con atención el testimonio de los tres panelistas
Mons. Nicolás Cotugno, arzobispo de Montevideo presidió la concelebración Eucarística
(Última foto: gentileza de Betel)

Con mucha atención escuché el testimonio que nos brindaron hoy tres sacerdotes en el Colegio de la Divina Misericordia, antes de que sacerdotes y obispos iniciáramos la "subida" al Cerrito de la Victoria, para la Eucaristía con la que clausuramos la celebración del Año Sacerdotal en el Uruguay.

Los panelistas fueron los Padres Guillermo Porras, de la arquidiócesis de Montevideo, párroco de San Pedro Apóstol en el barrio del Buceo; Daniel Sturla, Inspector salesiano del Uruguay y Mario Hernández, párroco de la Catedral de San José, a sus 81 años todo un referente del "heroico clero nacional", como solían decir los católicos de anteriores generaciones.

Los tres refirieron diferentes momentos de su vida sacerdotal, no ocultando los momentos de crisis, dudas o fracasos pastorales, porque precisamente fueron circunstancias donde experimentaron la presencia del Señor, la fuerza de su Gracia, su Amor Misericordioso.

El humor y la alegría fueron también un común denominador de los testimonios. La alegría que acompaña el carisma salesiano, la sonrisa franca de Guillermo y las agudas observaciones de Mario, que arrancaron más de una carcajada, contribuyeron al buen espíritu de los asistentes.

Cada uno hizo en algún momento referencia al Santo Cura de Ars. Guillermo Porras concluyó su intervención recitando la conocida oración "Te amo, Dios mío...". Daniel Sturla recordó su peregrinación a Ars, y su reencuentro con la figura de este santo cuya devoción le inculcaron los Hermanos de la Sagrada Familia, de quienes fue alumno y cuyo fundador, Gabriel Tabourin, gozó de la amistad de San Juan María Vianney. Mario Hernández sorprendió con una evocación a la vez erudita y pastoral: frente a la extendida idea de que el Cura de Ars era un hombre poco más o menos que corto e ignorante, aunque indudablemente bueno, el P. Mario nos mostró a un párroco que buscó formarse para un mejor ejercicio del ministerio del Sacramento de la Reconciliación. Después de muchos años de tener como referencia a dos autores que proponían una moral sumamente rigorista, encontró en las obras de San Alfonso María de Ligorio una orientación que lo llevó a un cambio de orientación, poniendo en relieve la Misericordia de Dios.

Mario Hernández dedicó gran parte de su testimonio a compartir su vivencia de los cambios producidos en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II y, en América Latina, a consecuencia de las Conferencias Generales del Episcopado, desde Medellín en adelante. Sin grandes gesticulaciones, sin expresiones grandilocuentes ni muchos cambios de inflexión en su voz, el P. Mario nos fue hablando de la necesidad de una renovación permanente de la vida de la Iglesia, porque ésta está al servicio de un mundo que va cambiando: "Ecclesia semper reformanda", una Iglesia en renovación continua. No se trata de cambiar "a lo loco", puntualizó el veterano sacerdote. A veces hay que saber esperar, dejar decantar las ideas para ver que lo que parecía tan evidente no lo era. Hay que respetar a la gente. Pero hay que aprender a cambiar. La fidelidad es dinámica, porque el mensaje de Cristo es dinámico, siempre nos pone en movimiento; no alocadamente, pero sí viendo la realidad. Cambiar, siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II, Medellín, Puebla, de las que hay muchas que esperan aún ser puestas en práctica. Invitándonos a una permanente actitud de renovación y búsqueda, Mario Hernández cerró su testimonio recordando a San Agustín: "Busquemos con afán de encontrar y encontremos con el deseo de buscar aún más".
+ Heriberto

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