El año pasado, en los días de mi llegada a Melo, recién nombrado Obispo, tuve una larga conversación telefónica con ella, recordando un viaje que habíamos realizado juntos... porque fue ella quien me trajo por primera vez a Cerro Largo y a Treinta y Tres.
Corría enero de 2001. En la Diócesis de Salto yo estaba encargado del Oficio Catequístico, y Martha era una de las formadoras de catequistas.
Martha integraba la comunidad de las Hijas de María Auxiliadora en Paysandú. Habían dejado el tradicional colegio de la zona del puerto para ir a vivir en una casita que formaba parte de una cooperativa de viviendas, muy cerca de una obra social que las Hermanas llevan adelante en uno de los barrios más pobres de Paysandú: la "Cruzada de la Caridad".
Paysandú es una ciudad de gente muy acogedora. Yo he recalado allí en diferentes momentos de mi vida, que siempre han sido realmente gratos... pero Martha añoraba Melo: "¡Ay, Melo" - decía - "La gente de Melo..." y se ponía la mano en el corazón...
Antes de terminar el 2000, le dije: "Martha, los únicos dos departamentos del Uruguay que no conozco son Cerro Largo y Treinta y Tres. Si me conseguís alojamiento por allá, yo te llevo a Melo". A Martha le brillaron los ojos: "¿En serio?" me dijo, con cara muy seria... "Sí, en serio", le dije yo. No lo podía creer.
En enero nos largamos en lo que sería mi primer cruce de la ruta 26, que yo conocía hasta Tacuarembó.
En Melo me alojaron los Padres Salesianos en Santo Domingo Savio.
Martha visitó sus amistades, y yo me moví con los sacerdotes, visitando la Posta del Chuy, yendo con ellos un día a Río Branco y Yaguarón.
El camino de Martha seguía para el sur, a visitar a un sobrino que vivía en Zapicán.
Hice así mi primera bajada por la ruta 8, desde Melo hasta Treinta y Tres. Cerca de la capital olimareña, me llamó la atención el cartel de entrada a la Quebrada de los Cuervos. Entramos, y descubrimos ese maravilloso paisaje.
Martha no se animó a bajar... Yo bajé, pero no quise hacer solo todo el recorrido que está programado. Años más tarde volvería con mi hermana y mis sobrinos y lo haría completo.
De aquella jornada quedan estas dos fotos de Martha.
Ahora son otros paisajes, incomparables, los que le toca contemplar, después de atravesar las quebradas oscuras por donde el Buen Pastor nos guía hacia la Vida. Gracias Martha, por toda tu vida de entrega. El Señor te reciba en su Casa.
+ Heriberto
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