Promesa de obediencia del ordenando al Obispo y a sus sucesores |
Postración durante el canto de las letanías de los santos |
Ordenación: el obispo impone las manos sobre Wilson |
Mons. Cáceres impone las manos sobre Wilson. |
El P. Lucas y el P. Sebastián entregan a Wilson los ornamentos sacerdotales |
El nuevo sacerdote se dirige hacia el altar |
Concelebrando por primera vez |
Extendiendo las manos sobre el pan y el vino |
Memento de los difuntos: recuerdo de su madre y demás familiares fallecidos |
Homilía de Mons. Heriberto Bodeant
en la ordenación presbiteral de Wilson Zapata,
en la ordenación presbiteral de Wilson Zapata,
durante la Fiesta Diocesana de Melo
Queridos hermanos y hermanas, fieles laicos, de todas las parroquias de nuestra diócesis, y aquellos que aquí, o en otros rincones del Uruguay, nos escuchan por Radio María.
Queridas religiosas, caminando junto con nuestras comunidades,
Queridos seminaristas, en quienes ponemos muchas esperanzas,
Queridos diáconos permanentes, testigos entre nosotros de Cristo servidor,
Querido diácono Wilson, que hoy vas a recibir el orden del presbiterado para el servicio del Pueblo de Dios en Cerro Largo y Treinta y Tres.
Queridos sacerdotes religiosos y diocesanos, llamados a desempeñar, “en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres” (PO 2)
Queridos sacerdotes de otras diócesis, que comparten con nosotros la alegría de esta fiesta.
Querido Mons. Roberto, nuestro primer obispo emérito
¡Nuestra diócesis está de fiesta!
Junto a nuestra patrona, la Virgen del Pilar, queremos renovar, profundizar y celebrar nuestro compromiso misionero:
“Con María todos misioneros hoy.”
Ese es el lema que nos ha convocado. Ese es nuestro compromiso como Pueblo de Dios. De la mano de María, primera discípula y primera misionera, queremos crecer en nuestra vocación de discípulos misioneros de Jesucristo.
Todos. Todos nosotros. Todos los bautizados. Todos exhortados a vivir cada día más el llamado a la misión, en un mundo que sigue necesitando el anuncio de Jesucristo.
Todos misioneros hoy. Sentimos en el Uruguay de hoy, en Cerro Largo y Treinta y Tres la misma urgencia que encendía el corazón de Jesús: “la cosecha es abundante y los trabajadores pocos”.
La cosecha, lo saben bien los agricultores, es una tarea impostergable cuando llega su momento. Si la cosecha no se levanta a tiempo, se pierde toda o en parte. Por eso, Jesús nos apremia: “pidan al dueño del campo que envíe operarios para la cosecha”.
Ese ruego, que no debe cesar, porque nuestras necesidades siguen siendo muchas, ha sido escuchado. Llevado en su momento por Mons. Luis del Castillo, nuestro segundo obispo emérito, ese ruego ha cruzado pampas, selvas y montañas y ha encontrado eco en el otro extremo de América del Sur, en la verde Colombia. Medellín, evocada por esas flores que adornan el altar, la ciudad de la eterna primavera, rica en vocaciones, nos ha regalado uno de sus hijos, a quien desde hoy contaremos entre los tan anhelados operarios.
Wilson: tú, que, como todo bautizado, compartes ya el sacerdocio común a todos los fieles y has participado con plena conciencia en la misión de todo el Pueblo de Dios; tú, después de haber recibido y ejercido el ministerio diaconal, vas ahora a recibir el sacerdocio ministerial, ingresando al orden de los presbíteros en la diócesis de Melo.
El Señor te ha llamado, tomándote de en medio de los hombres para consagrarte totalmente a su obra. Te llama a que no te conformes, a que no te amoldes a este mundo, (Rm 12,2), pero, al mismo tiempo, a que vivas en este mundo y, como buen pastor, conozcas a tus ovejas y busques incluso atraer a los que no pertenecen todavía a este redil (cf. PO 3).
El Señor te envía, como cooperador de tu obispo, a anunciar a todos el Evangelio de Cristo, para formar el Pueblo de Dios y hacerlo crecer (PO 4).
El Señor te hace su ministro, es decir, sus manos, para que a través de tu acción, por medio de su Espíritu Santo, Él mismo realice su oficio sacerdotal en la liturgia. A través de ti, Cristo mismo bautizará, Cristo dará su perdón, Cristo auxiliará a los enfermos, Cristo bendecirá a los esposos y se dará Él mismo cuando lo entregues a tus hermanos como Pan de Vida (PO 5).
Cristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, te hace participar de su autoridad para que, en nombre del obispo y en estrecha colaboración con los otros miembros del clero, trabajes para reunir en comunión y fraternidad a la familia de Dios y la guíes y acompañes en su camino hacia el Padre (PO 6).
El Señor Jesús ha querido presentarse asociado a los pobres y a los más débiles y ha puesto el anuncio del Evangelio a ellos como prueba de su obra mesiánica (PO 6). Por eso, aunque te debes a todos, como tú mismo lo has expresado en tu proyecto sacerdotal, tu sacerdocio “tiene que estar abocado a buscar a los pobres entre los pobres, llevarles el mensaje de Dios y mostrarles la misericordia del Hijo”.
Todos estos aspectos del ministerio sacerdotal que vas a recibir tienen, en la Iglesia de hoy, en América Latina, en el Uruguay, el marco de la gran Misión Continental a la que nos ha llamado la Conferencia de Aparecida.
Tú, que has tenido el valor de dejar tu casa y tu tierra para responder al llamado del Señor, como lo han hecho en su momento muchos miembros de nuestro presbiterio, y otros compatriotas tuyos, puedes animarnos a todos para vivir esa misma actitud de desprendimiento, necesaria para que podamos ser “todos misioneros hoy”.
Estamos cerrando un ciclo pastoral en nuestra diócesis. Hemos realizado una evaluación del Plan Diocesano que ha sido cauce para la misión en Cerro Largo y Treinta y Tres desde el año 2005. En esta misma celebración, estamos pidiendo perdón por todo aquello en lo que no hemos respondido al llamado de Jesús; estamos dando gracias por todo lo que se ha podido realizar y, mirando hacia delante, estamos pidiendo las luces y fuerzas que necesitamos del Espíritu Santo para vislumbrar por dónde seguir nuestro camino como Iglesia diocesana y continuar con decisión nuestra marcha.
2011 será el primero de nueve años que culminarán con la celebración del centenario de la llegada de nuestro primer obispo, Mons. José Marcos Semería, a Melo, aquel momento que dio comienzo efectivo a la vida diocesana.
Ese primer año de novenario, sin detenernos en la tarea, lo ocuparemos en elaborar un nuevo proyecto diocesano.
Para ello, la oración colecta con la que abrimos nuestra Eucaristía nos sugiere un programa o, más bien, un espíritu… En efecto, le hemos pedido al Señor, por intercesión de la Virgen, “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”.
Fortaleza, seguridad, constancia: todo lo que bien representa el pilar, la columna. María, Nuestra Señora del Pilar, nos anima a seguir caminando como Pueblo de Dios: laicos, religiosas, diáconos, sacerdotes, obispos, “Con María, todos, misioneros, hoy”. Así sea.
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