Allá por el año 1976, yo era un joven maestro de 21 años. En mi parroquia Sagrado Corazon de Jesús de Young, había sido elegido por el grupo de jóvenes como delegado al Consejo Pastoral Parroquial. Recuerdo que algunas de las reuniones del Consejo estuvieron dedicadas a estudiar un documento que el Papa Paulo VI había entregado el 8 de diciembre del año anterior. Se trataba de la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, "acerca de la Evangelización en el mundo contemporáneo".
De aquella reflexión me quedó grabada una frase del Nº 14:
"Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar".A lo largo de mi vida pastoral, como laico, después como sacerdote y hoy como Obispo, he procurado tener presente esas palabras como criterio para verificar la validez de una acción o de una institución o grupo eclesial, desde una procesión a un complejo proyecto pastoral, desde una institución educativa católica a una comunidad eclesial de base: ¿en que medida contribuye a evangelizar?
La Evangelii Nuntiandi tenía su origen en la III asamblea general del Sínodo de los Obispos, realizada en setiembre de 1974 y cuyo tema había sido, precisamente, la Evangelización. El documento de Pablo VI recogía los puntos más salientes de la reflexión de los padres sinodales, enriquecido por los aportes y la visión del Papa Montini. Creo que las reuniones de nuestro consejo parroquial testifican el grado de recepción de este documento, que ha sido frecuentemente llamado, y a justo título "la carta magna de la evangelización".
Luego vino Juan Pablo II. Con la mirada puesta, desde el comienzo de su pontificado, en el gran Jubileo del año 2000 (cfr. Redemptor Hominis, 1) muy pronto lanzó su programa: la Nueva Evangelización. Como lo recordó Benedicto XVI (el 5 de diciembre de 2005, en un discurso a obispos polacos) fue en la primera peregrinación de Juan Pablo II a Polonia, en 1979, la primera o una de las primeras oportunidades en que el Papa Wojtila comenzó a referirse a la Nueva Evangelización.
"Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión". Esas tres notas de la Nueva Evangelización fueron reiteradas en muchas homilías de Juan Pablo II, incluso la que tuve la gracia de escuchar en su segunda visita a Uruguay, en la ciudad de Salto, el 9 de mayo de 1988:
[La evangelización] será “nueva en su ardor” si a medida que se va obrando, corroboráis más y más la unión con Cristo, primer evangelizador. (...) será “nueva en sus métodos” si cada uno de los miembros de la Iglesia se hace protagonista de la difusión del mensaje de Cristo (...) Para que la evangelización sea “nueva” también “en su expresión”, debéis estar con los oídos atentos a lo que dice el Señor, esto es, siempre en actitud de escucha a lo que el mismo Señor puede sugerir en cualquier momento.
El programa de Juan Pablo II, que partía del encuentro con Jesucristo vivo, encontró fuertes resonancias en América Latina, donde fue recogido e implementado - con fortuna diversa, en una realidad tan vasta y compleja - por el CELAM, las Conferencias Episcopales y los planes pastorales diocesanos.
La V Conferencia General del episcopado de América Latina y el Caribe (Aparecida, Brasil, 2007) no cerró este proyecto, sino que lo profundizó en la propuesta ya contenida en su convocatoria: "Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida". Se trata, en definitiva de asumir "el desafío de una nueva evangelización, a la que hemos sido reiteradamente convocados" (DA 287).
El domingo pasado, al concluir la asamblea del Sínodo de los Obispos para el Oriente Medio, el Papa Benedicto XVI convocó a una nueva asamblea sinodal, que se realizará en 2012: "La Nueva Evangelización para la trasmisión de la Fe cristiana".
El Papa explicó que en la reciente asamblea del Sínodo de los Obispos “se subrayó a menudo la necesidad de volver a proponer el Evangelio a las personas que lo conocen poco, o que incluso se alejaron de la Iglesia. A menudo – prosiguió – se evocó la urgente necesidad de una evangelización también para Oriente Medio. Se trata de un tema muy difundido, sobre todo en los países de antigua cristianización”.
Benedicto XVI hizo también referencia a la "reciente creación del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización" precisamente para responder "a esta profunda exigencia”.
No podemos sino mirar con expectativa y esperanza a la asamblea sinodal de 2012, que ofrecerá a América Latina la ocasion de confrontar el camino recorrido cinco años después de la conferencia de Aparecida con la experiencia de las iglesias particulares de los demás continentes y contribuir a la renovar la expresión, los métodos y el ardor que la Iglesia sigue necesitando para continuar anunciando a Cristo.
+ Heriberto
El Sínodo de los Obispos
Según el Canon 342 del vigente Código de Derecho Canónico, el sínodo de los Obispos o sínodo episcopal es una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos.
Durante la celebración del Concilio Vaticano II, la Iglesia católica pudo advertir grandes diferencias en cuanto a las perspectivas que sobre el futuro y organización de la Iglesia tenían los distintos cardenales y obispos que asistieron al mismo. Los profundos cambios en el mundo desde la II Guerra Mundial habían traído como consecuencia una variedad de sensibilidades entre los Padres de la Iglesia. Juan XXIII, a la sazón convocante del Concilio, tuvo en mente evitar en el futuro la dispersión de mensajes que la Iglesia enviaba desde distintos puntos de vista y territorios, y mantener un estrecho contacto con obispos y cardenales en el futuro. De alguna forma, la Curia Romana como gobierno de la Iglesia se había distanciado de la realidad. Muerto Juan XXIII, Pablo VI no era ajeno a esta preocupación y, una vez terminado el Concilio, el 15 de septiembre de 1965 creó, con el Motu Proprio Apostolica sollicitudo, el Sínodo de Obispos con la misión de ayudar al Sumo Pontífice a realizar su tarea de gobierno en la Iglesia universal.
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